Después de años dedicados a la batalla lírica, Residente cambia el enfoque, dirigiendo su mirada hacia adentro en su nuevo álbum en solitario, Las letras ya no importan. A través de 23 pistas, el puertorriqueño desafía la noción convencional de lo que constituye un éxito musical, abriendo una puerta hacia su interior, hablando desde el sentimiento, enfrentando la pérdida y criticando la crisis creativa que acecha actualmente a la industria del mainstream.
Desde el inicio, Residente nos sumerge en un relato íntimo y crudo, desentrañando los hilos de su propia existencia con una franqueza que corta como un cuchillo afilado. Su segundo álbum de estudio es introducido por la voz de Valentina Gasparini, una amiga del cantante quien aparentemente se quitó la vida. Sin entrar mucho en detalle, el tema ‘313’ enfrenta la pérdida a través de una melodía guiada por el piano y el violín, siendo este último un elemento que homenajea al talento de Gasparini.
Con este sencillo, que nos adelantó la entrega previo a su lanzamiento, el puertorriqueño nos introduce una de la casi docena de estrellas que hacen parte de la producción. Desde leyendas del hip-hop como Busta Rhymes y Big Daddy Kane, hasta talentos latinos de esta generación como Christian Nodal y WOS, Residente fusiona diferentes géneros y los marca con su sello personal latino, al ritmo de otros sonidos de la región.
Aunque en ocasiones el álbum como obra completa pueda perder la cohesión entre tema y tema, las canciones son fuertes por sí solas. La experimentación no es un elemento nuevo en la discografía de René. Desde sus años con Calle 13, hasta su álbum homónimo de 2017, Residente siempre ha apostado a la diversidad sonora de distintas partes de Latinoamérica. En Las letras ya no importan, el hip-hop ochentero figura como eje central y se nutre de otras corrientes como el regional mexicano, el chachachá, las baladas y el pop-rock.
Tanto el título como la portada son una declaración de sus principios, los mismos que resuenan en temas como ‘Ron En El Piso’ y ‘Desde la Servilleta’. A través de un recuento por su trayectoria, el puertorriqueño arroja una bomba mordaz al panorama musical actual, cuestionando la obsesión por el éxito comercial y la imposición de limitaciones que crean una falsa definición sobre lo que ha sido, es y será el rap.
“Dejo que el lápiz decida mi norte/Y aquí estaré, aunque no vean mi aporte/En este deporte hasta que mis machete’ ya no corten/Aunque toda esta misión la aborten/Aquí estaré aunque las letra’ ya no importen”, rapea René al final de la pista número 20.
A pesar de ser un collage de ideas bajo la tesis de que “las letras ya no importan”, el álbum mantiene una producción detallada y cuidada en cada minuto que transcurre de su hora y media de duración. Incorporando elementos un tanto inusuales en el hip-hop, Residente acude a la teatralidad del piano, cuerdas orquestales y coros de fondo, que tiñen sus rimas de una sensación reflexiva y bastante nostálgica.
‘En Talla’, el puertorriqueño se alinea con AL2 El Aldeano en un tema que evoca los orígenes latinos de ambos artistas. Mientras que Aldeano infunde versos sobre la realidad de Cuba, René retorna a sus raíces que yacen en su amado Puerto Rico, pero con una intensidad aguda y una franqueza frontal que nos recuerda la esencia cruda y honesta que Residente ha mantenido a lo largo de sus 20 años de carrera.
Residente jamás ha olvidado de dónde viene, y en ‘Jerga Platanera’, ‘This is Not America’ e incluso en ‘Pólvora de Ayer’, Puerto Rico es la más grande de sus musas. Esta última, en colaboración con Christian Nodal, el rapero parece haber homenajeado a su vieja agrupación, Calle 13, con una composición que nos recuerda clásicos como ‘El Aguante’ y ‘Calma Pueblo’.
En Las letras ya no importan, Residente nos recuerda que la verdadera grandeza de la música reside en su capacidad de mover al público y plantear cuestionamientos. Con un disco con el que parece recopilar su legado, el puertorriqueño también nos da una muestra de su evolución, dejando atrás los tiempos de las “tiraderas” y las guerras personales insulsas y abrazando el hecho de que el arte toma muchas formas, más allá de lo que cualquiera pueda definir.