“Mi Roro…”, decía Angelina Fernández en un hilo de voz cada vez que los recuerdos la vencían estando allí, en los estudios donde se grababa El Chavo del 8. Segundos después escondía su tristeza en el gesto adusto de la Bruja del 71 y rodaba una nueva escena del programa que desde 1979 ya no contaba con el amor idílico de su personaje: Don Ramón.
En cambio, desde el 9 de agosto de 1988 a la vida de Angelina le faltaba Ramón Valdés. Y aquel “Mi Roro…” que la Bruja del 71 le decía embelesada a Don Ramón en la ficción, es el mismo que desde entonces la actriz repetía todos los días, presa de los recuerdos de su ex compañero, de su gran amor en la vida real.
Y poco le importaba si alguien la escuchaba. Al fin, ya no tenía a quién decírselo.
Cualquier parecido con la realidad…
Angelina y Valdés ya eran amigos antes de que ella ingresara al ciclo de Roberto Gómez Bolaños. Porque fue justamente Ramón quien le pidió a Chespirito que le diera una oportunidad a esta actriz nacida en Madrid, en 1922. El creador de El Chavo y El Chapulín Colorado le hizo una entrevista, y se convenció enseguida. Así nació Doña Clotilde, más conocida como la Bruja del 71 por ser ese el número de su departamento, que coincidía con el año en que se estrenó la serie: 1971. De ese modo, Angelina fue la última integrante en sumarse a la bonita vecindad, allá por 1972.
Doña Clotilde era una mujer madura que lucía un largo vestido celeste y un arreglo sobre su cabello. Vivía sola, a todos le escondía su verdadera edad, y si bien se mostraba muy malhumorada con los niños, no tenía maldad: lejos de la carga negativa de su apodo, no quería complicarle la vida a nadie ni entrar en pleitos. Perdidamente enamorada de Don Ramón, Doña Cleo —como la llamaba el padre de la Chilindrina— lo cortejaba a su modo: le cocinaba, lo ayudaba con los mandados, le hacía regalos, lo piropeaba. No le alcanzó. Su amor jamás fue correspondido.
María de los Ángeles Fernández Abad —tal el verdadero nombre de Angelina— llegó a México en 1947, casi 25 años antes del estreno de El Chavo del 8, escapando de la crueldad de un Francisco Franco al que había enfrentado siendo guerrillera. Luego de un breve paso previo por La Habana, Cuba, ya en territorio azteca pudo desplegar su vocación artística participando de distintos teleteatros y radionovelas. La obra Un corazón con freno y marcha atrás, de 1950, significó su gran despegue en el mundillo teatral.
Al igual que Ramón Valdés (quien filmó más de 100 películas), su huella la dejó en la pantalla grande: desde 1955 Angelina fue protagonista de la época dorada del cine mexicano, haciendo distintos filmes con el célebre Cantinflas. Dueña de una gran belleza y una fuerte personalidad, se desempeñaba con soltura en los papeles dramáticos. Por eso no le resultó sencillo adaptarse a la comedia con su rol de Doña Clotilde, que además le exigía afearse.
En 1968, en la película Corona de lágrimas, Angelina y Ramón compartieron un elenco por primera vez. Allí se hicieron grandes amigos. En cambio, nadie sabe con certeza cuándo ella se enamoró de él. Y así como le ocurrió a Doña Clotilde con Don Ramón, tampoco correspondida. Valdés la adoraba. Pero no la amaba.
Como fuera —o quizás, como ella pudo—, los dos transitaron la amistad cercana. Y además esos siete años juntos en El Chavo del 8, que concluyeron cuando el personaje Don Ramón se fue de la tira por la renuncia del actor. Y también las relaciones amorosas y los recurrentes matrimonios de Valdés: tres en total, que florecieron en 10 hijos. Con todo eso lidió el corazón de Angelina.
Luego de una valiente lucha de casi cuatro años contra el cáncer (ocasionado por su adicción al cigarrillo), Ramón Valdés murió en 1988. Al concluir un entierro multitudinario, Angelina permaneció por más de dos horas junto a su lápida en el panteón Mausoleos del Ángel, en la Ciudad de México. Entre sollozos, se la escuchó repetir una y otra vez: “Te fuiste mi Roro… mi Roro…”.
Pese a la muerte Ramón Valdés, La Bruja del 71 siguió en la vecindad del Chavo. Lo haría en total por casi 23 años, hasta que la salud de la actriz empezó a desmejorar. El hábito compartido con su gran amigo (maldito tabaco) le provocó un cáncer de pulmón. Y aquel corazón maltrecho de tanto haber latido en vano por Ramón Valdés se detuvo para siempre el 25 de marzo de 1994. Angelina Fernández tenía por entonces… 71 años. Casi sin excepciones, la realidad siempre supera a la ficción.
Comprendiendo que la muerte se aproximaba, meses antes de partir Angelina había pedido expresamente que se le cumpliera un último deseo: ser enterrada junto a Ramón. Esta vez sí fue correspondida.
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Porque aquello que le negó el destino, lo consiguió ella misma.
Desde 1994 junto a su Roro.
Y para toda la eternidad.