Diez días en casa sintiéndose casi normal, pueden parecer eternos. ¿Cómo puede ser que un virus que apenas da señales en el cuerpo impida que uno salga siquiera a hacer un mandado? Ni hablar si toca ser conviviente y no hay síntomas: igual hay que respetar el aislamiento.
“No hay que minimizar la situación ni omitir avisarle a los contactos que el hisopado dio positivo por miedo a ser estigmatizado o responsabilizado por la posible transmisión. Hay que entender que quienes conviven con la persona enferma tienen mayor riesgo de contagio, pero que la convivencia no es garantía de contagio, y hay que hacer todo lo posible para evitarlo”, señala a Con Bienestar Diego Bashkansky (M.N. 91.173), especialista en Medicina Interna.
También hay que recordar que la vacunación no evita el contagio, previene las formas graves y la mortalidad, por lo que podemos contagiarnos aunque estemos vacunados.
Si se convive con un caso positivo y es posible tener una habitación y un baño disponible y de uso único, es lo ideal. Si esto no es posible, asegurarse de higienizar el baño con una solución de lavandina después de cada uso. También es importante asignar cubiertos, vajilla, ropa blanca y otros objetos de uso personal para uso exclusivo por parte del enfermo. Identificarlos con marcador indeleble o de alguna forma práctica.
Si se está enfermo de COVID-19, hay que ayudar a prevenir que se propague la infección. El médico recomienda:
- Mantenerse bien aislado del resto de la familia.
- Usar barbijo quirúrgico la mayor parte del tiempo posible. Cambiar periódicamente de acuerdo al tipo y material, en especial cuando se moja o mancha con secreciones.
- Prestar atención a los síntomas, en especial a los que puedan ir apareciendo durante la primera semana.
“Es importante conversar con el médico de confianza o el profesional asignado para el seguimiento del caso acerca de las pautas de alarma que se deben considerar. Estas pueden variar de acuerdo a la sintomatología y antecedentes o enfermedades preexistentes”, aconseja Bashkansky que también sugiere tener a mano los teléfonos de servicios de urgencias, médicos de confianza o responsables del seguimiento, con sus respectivos nombres y apellidos.
El especialista remarca que hay que evitar el pensar que “ya se me va a pasar”, cuando hay un síntoma que llama la atención. Mientras antes se pueda actuar, será mejor. Tampoco es bueno consultar a vecinos, familiares o amigos. El médico es quien mejor puede aconsejar. “Cada caso de coronavirus es diferente, lo que le pasó a otra persona no tiene por qué pasarme a mí”, advierte.
Otro punto al que prestar atención es saber diferenciar bien la sensación de cansancio de la de falta de aire. “El cansancio es habitual en cualquier enfermedad que cursa con fiebre, pero es más pronunciado en muchos casos de COVID-19. Es la sensación de falta de fuerza y agotamiento muscular”, señala el médico y aclara que la falta de aire es una sensación que se acompaña de respiraciones cortas y rápidas (agitación), pero no necesariamente de “cansancio” muscular.
“Tenemos que dejarnos cuidar, y cuidar a nuestros seres queridos”, resume Bashkansky.
Fuente: TN