Qué miramos cuando miramos una serie retro: dos pantallas. La externa, la que nos devuelve el canal Volver -o Youtube, o la plataforma que sea- y la interna, el desfile de recuerdos propios, de quiénes éramos cuando mirábamos esa serie por primera vez. Algo se activa adentro, como un modo automático emocional, una caja escondida que nos devuelve al origen, a nuestras propias escenas y escenografías, a aquella casa, a aquella base, a lo fundacional, que ya no existe más que en nuestro zapping interior. Lo vintage nos pega porque nos reconstruye, nos rebobina, nos resucita en nuestra versión primera y más pura.
¡Grande, pá! puede evocarse con apenas dos palabras, «las chancle». Nos lleva de viaje al principio de los noventa y al principio de Telefe, a las tandas publicitarias con Fido Dido, al Censo ’91, a la aguja musical ecléctica que pasea desde Scorpions a Clericó con Cola. Desde entonces Arturo Puig, hoy abuelo, es el padre de media Argentina.
No hay semana en que el grupo de WhatsApp «María y sus Panchas» (María Leal y «Las chancle» Nancy Anka, Julieta Fazzari y Gabriela Allegue) no interactúe. Emoticones, consultas domésticas, gif y rescate emotivo: el 30 de noviembre se cumplirán 25 años del último capítulo. Desde el 2 de enero de 1991 (y hasta 1994), cada miércoles, a las 21, el país se paralizaba. Fueron tres años de aire y un rating récord: según las mediciones de entonces, el producto pasaba los 60 puntos.
Grande Pá, el 30 de noviembre se cumplirán 25 años del último capítulo. /Archivo
La leyenda indica que iba a ser un ciclo de verano. Y que podría haber sido Guillermo Francella el papá en cuestión, si Puig hubiera hecho caso a sus dudas. Arturo no estaba seguro de aceptar, y Gustavo Yankelevich insistió: «No tengo más tiempo, tengo otro actor para hacerlo, necesito que en 48 horas me digas si lo vas a hacer». Francella venía del éxito De carne somos y ni se enteró de que era la gran opción hasta 2018, fecha en que Yankelevich lo contó en entrevista a CNN. Más adelante lo esperaba una familia no tan tierna ni perfecta: el destino suyo era Casados con hijos.
¡Grande, pá! es esa televisión del uno a uno que recién en el primer capítulo se atrevía a hablar de menstruación, pero que no podía imaginar aún a un padre orgullosamente homosexual, Puig, papá de Adrián Suar en Solamente vos, 22 años después.
Las chancles de «Grande, pá» hoy, Allegue, Fazzari y Anka
El 90% de los niños de entre 4 y 14 años veían el programa, según Ámbito Financiero. El padre más recordado de los noventa desempolva hoy pequeños secretos de ese hito. Por ejemplo, a él se le ocurrió que su personaje manejara el inolvidable Volkswagen descapotable blanco. Y mantuvo una única discusión con Yankelevich, por la perra caniche, Rita: «En un capítulo teníamos que competir con un partido de fútbol importantísimo y él decidió que la perra muriera. Yo no quería, por la crueldad que podía significar para los chicos que miraban. Finalmente la perra murió en la ficción y ganamos en el rating ese día. Pero eso sí, recibimos miles de cartas de quejas», se ríe Puig.
«Yo tenía un poco de miedo a la comedia en la televisión, por eso mi duda la hora de aceptar. Venía de Atreverse, de Alejandro Doria, un ciclo que era el summum de cualquier actor, con personajes rotativos. Por eso mi duda a la hora de firmar el contrato. Fue mágico», se emociona Puig. «El título del programa es un saludo, así me siguen saludando. Ese título se ha usado para la política, para el fútbol. Hablamos de un programa blanco, a veces demasiado inocente, que reivindicó al hombre, rompió con una idea de familia, y habló de ciertas temas. Llegamos a abordar la primera vez en el sexo. La importancia que tuvo me la hizo sentir un muchacho grande que un día vino llorando a decirme que había grabado todos los programas y los pasaba cuando se sentía mal. ‘No tuve papá en mi infancia y en esa época mi forma de tener un padre era verte, fuiste el mío'».
Y un día Puig soñó con María
«Antes del comienzo, Arturo estaba de viaje y se quedó dormido en un cerro. Soñó que su María era yo y llamó a Yankelevich para contarle», se emociona Leal. «Yo hacía Atreverse, este iba a ser sólo un programa de verano, así que Gustavo le pidió a Alejandro Doria permiso para que yo grabara. Grabamos el primer capítulo y Arturo y yo nos llamamos: ‘Qué bochorno. Nunca más nos van a volver a llamar después de esto’, nos dijimos. No teníamos dimensión. Hoy el programa se está emitiendo en Italia, doblado».
Una escena de «¡Grande, Pá!», ya en la última temporada.
Para María, ¡Grande, pá! era sanación. La forma de mitigar un dolor personal que nadie conocía. «Mi sobrina y ahijada tuvo un accidente. Quedó en principio en estado vegetativo. Fue muy tremendo el momento y el programa me ayudó a seguir en ese momento en que la vida me había golpeado fuerte», confiesa.
«Fue una beca. Se grababa una vez por semana en estudio y una vez por semana en exteriores. Encima ganábamos mucha plata. Una fiesta».
Mercedes Sosa y Sandro en casa de los Aráuz
Signos de una época que nos revelan los primeros capítulos subidos a YouTube y que podrían generar preguntas en más de un Centennial: un radiograbador con una sola casetera, un Renault 11, un Walkman, jeans tiro alto, hombreras, teléfono fijo inalámbrico con una antena eterna, un televisor color con “panza”, un traje de baño enterizo a 500 mil australes.
Alguna vez Mercedes Sosa irrumpió en casa de los Aráuz, en una participación especial, consolando a la primogénita (Nancy Anka), que no podía dar con la nota musical en su intento como cantante. También tocó timbre Sandro, que tomó champagne con Don Arturo e invitó a salir a María. Sergio Denis fue igualmente de la partida. Su voz era habitual a la hora de musicalizar la historia de amor del «patroncito» y la empleada oriunda de Concordia que repetía «¡Qué lo tiró!» en cada escena. A María iba a interpretarla en un principio Luisina Brando.
El álbum de figuritas «¡Grande, pá!».
Música de Roxette, lambada, calzas ciclistas, la lycra como estrella de la moda. Las tapas de los diarios, en blanco y negro que desplegaba don Arturo en el bar de Teo (Alberto Fernández de Rosa), no eran distintas de las de hoy: «Subió el costo de vida y el dólar, 192%». La grilla de programación de los cinco canales incluía éxitos como Indiscreciones, Flavia está de fiesta, Utilísima, El show de Xuxa, V invasión extraterrestre, Jugate conmigo, VideoMatch y La TV Ataca.
La ficción estaba atravesada por la Argentina de 1991, en marzo llegó la ley de Convertibilidad del Austral, bajo la iniciativa del entonces Ministro de Economía Domingo Cavallo. En junio se entregaron los Martin Fierro –con conducción de Tete Coustarot y Fernando Bravo-. ¡Grande, pá! ganó como mejor comedia, en un rubro en el que competía con Amigos son los amigos y La banda del Golden Rocket.
A esa altura, Puig era el dueño de un título recurrente: Rey Arturo. Al «rey» ya nada lo sorprendía, era un actor avezado: de su primer protagónico de telenovela se cumplían por entonces casi 20 años (Carmiña). Venía de protagonizar La mujer del año, con Susana Giménez, y ya había actuado hasta en el Bronx, en Brooklyn, en Nueva Jersey y en Manhattan, en una insólita gira de la telenovela Nino, con Enzo Viena, supervisada por un empresario que asustaba a sus actores con su revólver calibre 45.
Las chancle, casi hermanas de verdad
«¡Grande, pá! estuvo un paso más adelante, llegó un rato después que Amigos son los amigos, que abrió la puerta a las comedias de Telefe. En ese momento no se hablaba de familia disfuncional, fuimos pioneros en ese concepto de familia no tradicional, de distinto tipo de familia», analiza Nancy Anka, que en la primera temporada tenía 19 años y ocho de trabajo.
Arturo Puig, María Leal y «las chancles» en Grande pa!. / Archivo
«Yo había hecho el primer capítulo de Amigos son los amigos, fui a ver al productor Jorge Gerardi, me dijo que no había nada, y me prometió que en unos meses me iba a llamar. Y cumplió. Fui a una salita de ensayo de la calle Garay y junto a Gabriela Allegue, Flor, vi el casting de nuestra otra hermana, Julieta». Enseguida hicieron una escena las tres y no hubo dudas. El trío de hijas estaba predestinado.
Anka vivía por entonces en Caseros. Tren, subte y colectivo para llegar a Telefe. Los noventa, sushi con champagne, gobierno menemista. «Yo ganaba más que mi papá, que tenía un taller metalúrgico. Papá me había abierto una cuenta bancaria que jamás tocó y así me compré mi casita», se emociona. «Yo estaba preparada para el después. Me hicieron muchos ofrecimientos de ficción y pensé que dejar descansar la cara era un acierto. Me casé, tuve una hija, bajé el perfil. Siento que me eternizaron en los 20. Por la calle todavía me dicen Chancle». El «chancleta» refería a la mujer, como se le llama en el Litoral argentino.
Cuentan las ya señoras que Rita -la perra caniche que pertenecía a Flor- un día se descompuso en la madrugada, por entonces fuera del aire el programa. Las tres corrieron a una guardia veterinaria. El dueño del local no podía creer lo que veía, «como una escena salida de la ficción».
Las chancles, ya con Agustina Cherri sumada el elenco de ¡Grande, Pá!
La costilla que se desprendió de ese programa fue la obra teatral, que en 1991 tuvo más de 125 mil espectadores. El ciclo cuerpeaba cualquier «tanque». Para enfrentar el partido decisivo por eliminatorias (el repechaje frente a Australia) rumbo al Mundial 1994, se decidió que la hija mayor se casara. Una superproducción en una quinta de Hurlingham, 150 personas en la grabación, una suelta de 500 globos. La derrota ante el rating de la Selección fue más que digna: ¡Grande, pá! logró 25 puntos ante los más de 50 del equipo de Alfio Basile.
El padre de ¡Grande, pá!
«Crecer con papá», con Alberto Martín.
«Uno no puede escapar del destino», dice Puig, que cuenta que la esposa del director Carlos Berterreix pensó una historia para él exclusivamente. Puig no pudo, la tira se hizo, Crecer con papá, con Alberto Martin. «Pasaron los años, Quique Estevanez compró los libros y se los llevó a Gustavo», detalla Arturo.
En diciembre de 1982 (los martes a las 21), Canal 13 emitió lo que llamaba «una telecomedia moderna». El personaje de María no existía y las tres hijas de Martin eran Claudia Rucci, Teresita Lladó y Lorena Paola. Ese fue el antecedente. Los libros se adaptarían para el éxito de Telefe de 1991, con dirección luego de Víctor Stella y guión de Patricia Maldonado, Gius, Gustavo Barrios y Ricardo Rodríguez.
El 8 de junio de 2015, a 24 años de su estreno, Telefe repitió el primer capítulo. Después, no volvió a emitirse este clásico que cada tanto suena como remake posible: «Una continuación sería un éxito, porque hay un público que no pudo olvidarse de esta historia. A mí me lo piden por la calle todo el tiempo», comenta Puig, que ensaya Hello Dolly como director y que se uniría al proyecto «encantado»: «Sería un golazo ver cómo siguió la vida de esa familia. Y en una época en que los abuelos son vitales en la crianza, sería interesante verme ya como abuelo».
El final: alerta de spoiler
El capitulo final fue el 174 (temporada cuatro): Arturo se casa con María, pero en el hospital. «Si estas ganas de vivir no superan a la muerte, les quiero pedir que sigan luchando», pide el padre en cuestión, en un episodio lacrimógeno. A esta altura ya se había sumado una hija, Agustina Cherri, integrada a la tira como la cuarta «chancleta» adoptada por la familia.
Arturo Puig y María Leal en el final de «Grande, pa».
Una operación, una enfermedad que se supera, malos entendidos y Arturo que quiere torcer el destino y que termina yendo a buscar a María, como en toda buena comedia romántica, al aeropuerto. Todo indica que terminarán separados, ella sube al avión y se escapa, pero él termina despegando con ella, champagne en mano, rumbo a la luna de miel, al grito de “te amo como nunca creí que volvería a amar”. Ya había tenido media decena de novias Don Arturo, desde Patricia Viggiano, Gisela Barreto y Verónica Varano hasta Mónica Gonzaga y Silvia Kutika.
Desde la pista, mientras la nave de Aerolíneas surca el cielo, las chicas le dan el chan chan a la historia, al son de la muletilla previsible, “¡grande, pá!”. Amor en el aire y fin.
«Lloré dos días seguidos cuando terminó. Estuve absolutamente deprimida», declaraba Leal. «Se me curaban todas las tristezas personales cuando llegaba a grabar».
Eran tres empresas las que medían en rating. Para Ipsa, el final marcó 44,8 puntos. Para Mercados y Tendencias, 32,4. Y para Ibope, 31,7.
«Grande, pá», una telecomedia familiar que hizo historia.
Parte del mundo se hizo eco de ese exitazo. Tanto que el ciclo llegó a España y a la cadena estadounidense Telemundo. En Brasil, el canal SBT hizo su versión en 1991, «Grande Pai». Y en Portugal la llamaron «Superpai».
En épocas de maternidad subrogada, ovodonación, donación de semen y múltiples formas de familia, ¡Grande, pá! puede parecer naif. Pero es el retrato que congela una foto del país. Un quiebre que rompió con Los Campanelli y avanzó unos cuantos casilleros. El umbral de la diversidad, la prehistoria de Pequeña victoria.