Un medicamento experimental, y una de las mejores esperanzas del mundo para tratar el COVID-19, podría acortar el tiempo de recuperación de la infección por coronavirus, según el ensayo clínico más grande y riguroso del compuesto hasta el momento. El 1 de mayo del pasado año ya la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) había otorgado una autorización de uso de emergencia para que los médicos utilicen Remdesivir para personas con COVID-19 grave.
El antiviral -según una reciente investigación publicada en la revista científica Nature- interfiere con la replicación de algunos virus, incluido el SARS-CoV-2, responsable de la pandemia actual. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID por sus siglas en inglés) de Estados Unidos había señalado ya que un ensayo clínico en más de 1.000 personas había demostrado que los que tomaban Remdesivir se recuperaban en 11 días en promedio, en comparación con 15 días para los de un placebo. “Aunque una mejora del 31% no parece ser un golpe de gracia del 100%, es una prueba de concepto muy importante -dijo Fauci-, lo que ha demostrado es que un fármaco puede bloquear este virus”.
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“También hubo menos muertes entre los participantes del ensayo que recibieron el medicamento”, señaló en conferencia, pero esa tendencia no fue estadísticamente significativa. Sin embargo, el tiempo de recuperación acortado fue significativo y fue un beneficio suficiente para que los investigadores decidieran detener el ensayo antes de tiempo para asegurarse de que los participantes que estaban recibiendo placebo pudieran acceder al fármaco. El Remdesivir se convertiría en un tratamiento estándar para COVID-19 a largo plazo, aunque la autorización de la FDA no es una aprobación final de un medicamento y puede revocarse cuando las condiciones requeridas para el uso de emergencia ya no estén vigentes.
El fabricante de medicamentos, Gilead Sciences de Foster City, California, anunció que en su propio ensayo, más de la mitad de 400 participantes con COVID-19 grave se habían recuperado de su enfermedad dentro de las dos semanas posteriores a la recepción del tratamiento. Pero el estudio carecía de un brazo controlado con placebo, lo que dificultaba la interpretación de los resultados. También una prueba más pequeña en China anunció que había encontrado ningún beneficio del Remdesivir en comparación con un placebo. Pero ese ensayo se detuvo anticipadamente debido a la dificultad para inscribir a los participantes a medida que el brote disminuyó en China. Sin embargo, los espectadores tienen la esperanza de que el gran ensayo del NIAID brinde el primer rayo de promesa en una carrera para encontrar un medicamento seguro, no vacuna. “Hay mucho enfoque en Remdesivir porque es potencialmente la mejor oportunidad que tenemos”, dice el virólogo Stephen Griffin de la Universidad de Leeds, Reino Unido.
La información conflictiva y de flujo rápido sobre Remdesivir ha dejado a la gente aturdida. En la prisa por encontrar terapias para combatir COVID-19, han sido comunes los ensayos clínicos pequeños sin grupos de control.
Los resultados del NIAID le dieron un nuevo brillo al Remdesivir. No dio a conocer datos de seguridad detallados. El estudio en China no encontró diferencias significativas entre Remdesivir y placebo en la frecuencia de eventos adversos, pero el 12% de las personas que recibieron Remdesivir abandonaron el estudio debido a efectos secundarios como náuseas e insuficiencia cardiopulmonar, en comparación con solo el 5% con placebo. “Puede que no sea el fármaco maravilloso que todo el mundo está buscando, pero si puede evitar que algunos pacientes se enfermen críticamente, eso es suficiente”, indica Griffin.
Remdesivir actúa tragándose una enzima que algunos virus, incluido el SARS-CoV-2, utilizan para replicarse. En febrero, los investigadores demostraron que el fármaco reduce la infección viral en células humanas cultivadas en un laboratorio. “A largo plazo, los médicos probablemente querrán un grupo de medicamentos antivirales, con diferentes formas de desactivar el virus, en su arsenal -anticipa Timothy Sheahan, virólogo de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill-. Siempre existe la posibilidad de resistencia a los antivirales. Y para protegerse contra ese potencial, es bueno tener no solo un antiviral de primera línea, sino también de segunda, tercera, cuarta y quinta”.
Los investigadores están probando furiosamente una amplia gama de terapias, pero los resultados no han sido alentadores. Los medicamentos contra la malaria, cloroquina e hidroxicloroquina, los cuales tienen efectos antiinflamatorios, atrajeron tanta atención de los médicos y del público que algunos países han agotado sus suministros de medicamentos. Sin embargo, los estudios en humanos no han demostrado un beneficio constante y algunos han destacado los riesgos que plantean los efectos secundarios de los medicamentos que afectan al corazón. El interés inicial en una combinación de dos medicamentos contra el VIH llamados lopinavir y ritonavir decayó cuando un ensayo clínico en casi 200 personas no encontró ningún beneficio de la combinación para aquellos con COVID-19 grave. Otra hipótesis terapéutica prometedora, que la inhibición de la acción de un regulador del sistema inmunológico llamado IL-6 podría reducir la inflamación grave que se observa en algunas personas con COVID-19 grave, ha obtenido resultados mixtos hasta ahora.
Aún así, se están probando muchas otras terapias en personas, y muchos investigadores están buscando nuevos medicamentos. Es de esperar que lo que los estudiosos siguen desarrollando para contar con una batería de recursos tenga un impacto en la pandemia, pero quizás lo más importante es que podría posicionarnos para responder mejor y más rápidamente en el futuro.