Maju Lozano y Arely Melo, la periodista mexicana que pasó nueve meses con secuelas de COVID-19 tras su alta médica, son sólo dos de los tantos casos de pacientes que contrajeron coronavirus y que, pese a haber sido dados de alta hace ya un tiempo, permanecen con síntomas y dolencias propias de la enfermedad.
La realidad es que este virus sigue generando preguntas entre los científicos y el personal de salud en todo el mundo. Si bien no hay estudios certeros sobre por qué sucede esto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya habla del “COVID largo”.
En ese sentido, Janet Díaz , la responsable de la OMS encargada de encontrarle una respuesta a este flagelo que ataca a millones de pacientes, aclaró que el problema de los síntomas persistentes o prolongados no tiene todavía una explicación exacta de por qué y en quiénes sucede. En un documento reciente con nuevas recomendaciones, la OMS habla del “síndrome poscovid-19” o “COVID-19 de larga duración”.
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Al respecto, Díaz reveló en una entrevista en Ginebra que las secuelas del coronavirus son un problema que merece “atención urgente por parte de la comunidad científica”, ya que se desconoce la razón por la que algunos enfermos manifiestan -meses después de haber sido dados de alta- síntomas como cansancio extremo, disminución y alteración del gusto y olfato, dificultades respiratorias, problemas neurológicos y cardíacos.
Un año después del inicio de la enfermedad, que dejó más de 2,2 millones de muertos, la atención está puesta en frenar los casos de contagios y en las campañas de vacunación, sin ahondar demasiado en las causas de los síntomas persistentes.
¿Qué son la parosmia y la fantosmia?
Maju Lozano confesó en televisión que, pese a haber sido dada de alta por COVID en noviembre de 2020, todavía no recuperó el olfato. En diálogo con el médico Guillermo Capuya, reconoció que padece “fantosmia”, es decir, alucinaciones olfativas que consisten en sentir olores que en realidad no existen. No obstante, la doctora en Medicina y Otorrinolaringóloga Especialista en Olfato y Gusto, Graciela Soler (M.N. 69927), aclaró que ese concepto es erróneo, ya que lo que en realidad padece la conductora es “parosmia” al existir un estímulo, que en este caso sería el agua. Lozano había detallado en el programa televisivo que ella siente que el agua huele a yerba: “Yo los llamo `días COVID´ porque en algunos estás bien y en otros no sabés por qué, pero no tenés aire. Es horrible”. Y continuó su relato añadiendo que en su caso siente muy pocos olores: “Por ejemplo, las flores, el café, no los huelo. El alcohol y los perfumes, tampoco. Estoy casi en cero, es como un olfato selectivo”, describió la conductora tras revelar que su marido la trata de “loca”.
La especialista fue clara en la diferenciación entre “fantosmia” y “parosmia”: “Lozano dijo que le siente olor a algo específico, en su caso al agua. Eso es “parosmia”, cuando existe un estímulo preciso. En cambio, la “fantosmia” es cuando no hay nada, ningún estímulo, por ejemplo: una persona está en un ambiente cualquiera y dice sentir un olor feo, pero quienes están a su alrededor no sienten nada. Se trata de un olor fantasma”. En esa misma línea, ahondó: “Las alteraciones del olfato post virales, en este caso post COVID, se caracterizan por tener alteraciones a nivel cuantitativo (no oler nada u oler poco: anosmia o hiposmia) y cualitativo, que son las distorsiones del olfato. “Fantosmia” (alucinación olfatoria sin patología psicológica o psiquiátrica) hubiera sido si la conductora hubiera sentido olor a yerba estando sola en una habitación, sin ningún tipo de estímulo. Claramente, lo que ella padece es `parosmia´”. Este último es una de las secuelas olfativas más comunes en pacientes que padecieron coronavirus.
Para ir más profundo, Soler explicó que la “fantosmia” es una disosmia, una alteración del olfato a nivel cualitativo. “Es una distorsión, en ausencia de un estímulo olfativo: el paciente dice sentir un olor y éste no está presente en ese momento. Se llama también “olor fantasma”. El paciente es el único que lo siente aunque le digan que no hay olor en el lugar. Algunos la llaman “alucinación olfatoria”, sin cuadro psicopatológico o psiquiátrico. En general, huelen “feo”: a podrido, cloaca, materia fecal, acre. Otras veces, no saben describirlo y solo dicen `olor feo´. En raras ocasiones, la “fantosmia” puede ser agradable: se huele a flores (algunos dicen rosas, nardos) o a vainilla”, especificó.
Además, explicó que se diferencia de la “parosmia”, que es la distorsión en presencia del estímulo olfativo. “El paciente al oler algo que antes era agradable, percibe un olor desagradable. Por ejemplo, huele chocolate pero le siente olor a rancio. Al oler café, dice que está quemado o feo. Hay múltiples ejemplos y depende de cada persona. Uno es que los perfumes le parecen pis de gato. Esta es la disosmia más frecuente en cuadros post virales y post COVID-19″, reveló Soler, que además es miembro fundadora del Grupo de Estudio de Olfato y Gusto Buenos Aires, Argentina (GEOG) y miembro del COWoG (Clinical Olfactory Working Group), apoyado por la European Rhinology Society.
¿En qué situaciones se puede manifestar la fantosmia, con o sin COVID-19?
Soler detalló que las disosmias –parosmias y fantosmias–, son frecuentes en las alteraciones del olfato de causa viral: o post viral o post URI (Upper Respiratory Infection o infecciones respiratorias de las vías superiores). Y contó que existen más de 200 virus que pueden afectar las vías olfatorias. En ese sentido, aclaró que también existen las fantosmias sin causa aparente o aisladas. “No se sabe por qué puede aparecer, pero los pacientes que la padecen sufren, se angustian y creen tener un tumor cerebral aunque los estudios complementarios y las imágenes son normales. Pueden durar más de 20 años”, reveló.
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En referencia a lo anterior, la especialista explicó que en cuadros post virales o COVID-19, es más frecuente la parosmia que la fantosmia, aunque esa última también puede estar presente. Un estudio del GCCR (Global Consortium for Chemosensory Research) -la investigación mundial más importante sobre COVID 19 y los sentidos del olfato y gusto en 2020-, publicó que las disosmias en COVID-19 alcanzan a un 10% de pacientes al inicio de la sintomatología.
¿Cómo se trata?
Soler, también docente y creadora del Área de Olfato y Gusto del Hospital de Clínicas (UBA), afirmó que “no hay medicamentos para la fantosmia”. “Un autor (Thomas Hummel et al, en Alemania) publicó trabajos que dicen que el ácido tióctico o alfa lipoico puede mejorar este síntoma y también la hiposmia-anosmia (alteración del olfato a nivel cuantitativo), dando el mismo mínimo tres meses y máximo once meses, aunque no existe un porcentaje alto de mejoría: puede llegar a 35-38%. En este momento, se indican vitaminas (A, B, C, D, E) y zinc. Algunos pacientes han publicado en la web haber mejorado con semillas varias (lino, girasol, chia), distintos tipos de tés (verde, rojo, varias hierbas) y cáscara de naranja quemada. La rehabilitación olfatoria o ejercicios con olores parecen ser lo más indicado, pero tampoco la mejoría supera el 35-40%”, analizó.
¿Cuánto tiempo tarda en irse?
La especialista sostuvo que no hay porcentajes altos de pacientes que superen estos síntomas con tratamiento médico: se recuperan un 35-39% de pacientes en un período de tiempo que va desde los ocho meses de iniciado el cuadro hasta una media de dos años, pudiendo demorar hasta 5 años. “Estos números son con los post virales antes de COVID-19, pero lo estamos viendo en todo el mundo en pacientes con coronavirus, ya que algunos están con síntomas (anosmia-hiposmia y disosmias: parosmias y fantosmias), cuando ya pasaron 4, 8, 10 y 12 meses. Existen también -y van casi siempre asociados- las disgeusias (alteraciones cualitativas del gusto), las parageusia y fantogeusia.
“Los ejemplos son similares. Refieren sentir gusto distorsionados ante algunos alimentos o bebidas. Las carnes les resultan amargas u horribles, la frutilla parece pescado podrido, algunas frutas ácidas y podridas, las gaseosas les saben amargas, los vinos son feos, ácidos y amargos, entre otras sensaciones. Todo o casi todo lo que comen les sabe horrible, feo, repugnante. Algunas personas llegan a tener náuseas y vómitos, no pueden comer casi nada y pierden peso. Todo esto se debe a que el olfato es el gran ausente, en un 85-90%. Por tal motivo, lo que el paciente siente que es feo, es el olor distorsionado de lo que come o bebe”, argumentó la especialista.
Síntomas comunes del “COVID largo”
La señal más frecuente parece ser el cansancio crónico y la fatiga, pero hay muchos otros como el agotamiento tras un esfuerzo físico o enfermedad, dificultades para respirar y pensar con claridad, aliento corto, palpitaciones cardíacas y problemas neurológicos. Ahora, se le sumaron la insuficiencia olfativa y gustativa. Si bien no existe un período de tiempo certero, los especialistas aseguran que tarde o temprano esas secuelas desaparecen.
¿Cómo afecta a los oídos?
La otoneuróloga Carolina Binetti explicó que el coronavirus puede dejar secuelas en los oídos, generando problemas de equilibrio y mareos en los pacientes que alguna vez fueron positivos. Esos desequilibrios, según afirmó, suelen durar unos meses y luego desaparecen. “Los problemas que deja no suelen ser en el oído interno, sino en las vías vestibulares centrales. Los mareos suelen durar entre dos o tres meses. Algunos de mis pacientes que tuvieron COVID, manifestaron secuelas temporales como pérdida auditiva y acúfenos (zumbidos)”, precisó la especialista.
El caso de Arely Melo y sus nueve meses de sufrimiento
La periodista mexicana vivió un calvario debido al coronavirus. La joven, de 36 años, contrajo el virus ni bien comenzó la pandemia. En medio de las restricciones de vuelos para frenar los contagios, logró tomar un avión y regresar a su casa el 22 de marzo. Como había estado en contacto con mucha gente, decidió aislarse sola de manera voluntaria.
A los cinco días de haber vuelto, experimentó los primeros síntomas: conjuntivitis y cansancio extremo. Luego, se le sumaron los síntomas típicos de COVID-19 como fiebre, constipación, escurrimiento nasal, dificultad para respirar y le había empeorado la conjuntivitis.
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Su aislamiento empezó el 22 de marzo y terminó recién el 14 de mayo, cuando fue dada de alta. Comenzó a recuperarse de forma paulatina, pero esa sensación de sanación duró muy poco. Cuando pensó que la pesadilla había pasado, aparecieron otros síntomas que la afectaron durante nueve meses: calambres en las manos y pies, mareos, palpitaciones, migrañas y cansancio extremo. Tras varios estudios clínicos, los médicos le diagnosticaron neuropatías en el sistema nervioso central o periférico.
“Ahí, mi vida volvió a tener otro cambio, porque tenía que tomar un medicamento especial, ir a rehabilitación física porque empecé a perder fuerza en las manos y padecí fuertes dolores de cabeza. No podía hacer esfuerzos, apenas podía caminar. Así que fui a terapia psicológica porque tenía estrés post traumático”, manifestó en diálogo con Con Bienestar.
Tras meses complicados, en octubre notó una mejoría, pero al mes siguiente volvieron los síntomas. El 31 de octubre, la OMS informó que había pacientes que después de medio año de haber sido diagnosticados con COVID seguían con síntomas, a lo que lo llamaron “COVID persistente”, mientras que el ministerio de Salud de España lo nombró “síndrome post COVID-19″.
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