En la guía telefónica de Estocolmo de 1989 Henning Mankell encontró el nombre perfecto para su héroe: Kurt Wallander. Todas las interpretaciones que emerjan a partir del significado de la identidad del detective están sujetas al libre albedrío del lector (en su idioma original, el apellido significa «El hombre de la pared»). La saga de novelas policiales saltó al cine y a la TV, donde Rolf Lassgård, Kister Henriksson y Kenneth Branagh compusieron a este representante de la ley construido con ideales -para desempeñarse en la función pública-, con miserias y contradicciones -en su vida privada-. Este icónico personaje tendrá desde hoy un nuevo rostro en Adam Pallson, protagonista de El joven Wallander, la serie de Netflix que sigue la huella de Mankell (1948-2015), y que imagina los inicios del detective en la fuerza policial.
Algunos personajes, como Sherlock Holmes, logran sobrevivir a la muerte de su creador. Lo mismo ocurrió con Lisbeth Salander, la heroína diseñada por Stieg Larsson, a quien David Lagercrantz actualmente le insufla vida y aventuras. Wallander, compatriota de la gótica hacker, fue una obsesión de Mankell, quien publicó la primera de doce novelas de la saga, Asesinos sin rostro, en 1991. En las afueras de Gotemburgo, en la serenidad de su vida junto a Eva Bergman -hija del célebre cineasta Ingmar Bergman- Mankell construyó este universo y esta biografía ficticia, no de modo cronológico, es decir, no a la par de la trama de cada novela, sino con saltos al pasado de una héroe lleno de claroscuros. Luego de una temporada en África -continente que aparece de modo intermitente en sus ficciones- Mankell denunciará los abusos de las primeras potencias y de una cultura calvinista sobre las sociedades más pobres y desprotegidas (como en La leona blanca, y el apartheid sudafricano, por ejemplo).
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A lo largo de las distintas entregas, Wallander crece, cae, evoluciona, aprende y se acerca a la muerte. No es un personaje monolítico, sino que el lector y el espectador (la mayoría de los episodios para TV no fueron escritos por Mankell) asiste a la crisis de un hombre a quien su mujer, Mona, abandona, una criatura condenada a la soledad y la melancolía. Wallander siente pasiones tan fervorosas (hacia una mujer casada, por ejemplo, Anja Sorensen, o a la profesora de música, Baiba Liepa) como efímeras. Su afición por la ópera italiana, y por la voz de Maria Callas, en particular es la banda sonora de sus tragedias sentimentales.
Wallander tiene una hija -Linda Caroline- que incursiona en la fuerza policial. Es a partir de este momento cuando comienza a recomponer la relación, un vínculo signado por la ausencia de una joven que tuvo a los 19 años un intento de suicidio. Entre ambos hay un vínculo especular que comienza a manifestarse en Antes de que hiele. «Una vez que te pongas el uniforme, ya no podrás quitártelo de encima», le dice a su hija, quien también tendrá sus propios vaivenes sentimentales.
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El talón de Aquiles de Wallander es el whisky, más precisamente Glenmorangie. Una alimentación poco balanceada, algunos cigarrillos diarios, y litros diarios de café de la máquina de la estación policial son sus enemigos. Wallander tiene diabetes y sus visitas a los médicos pueden verse tanto en la serie protagonizada por Branagh, como en la protagonizada por Henriksson. Lamentablemente, ninguna de las dos versiones está disponible actualmente en las plataformas argentinas.
La juventud de Wallander aparece en las novelas de Mankell a través del recuerdo que tiene de su padre, artista plástico, quien se opuso a que su hijo de convirtiera en policía. «Era un padre sinvergüenza y espectacular», cavila en Antes de que hiele. El padre de Mankell tiene mucho del mismo Wallander, un juez comprometido por la defensa de los derechos humanos. Wallander también tiene una hermana, Kristina, quien posiblemente aparezca en esta precuela.
«Fue un privilegio habitar la mente fracturada y el alma atribulada de Kurt Wallander, alguien que me enseñó mucho sobre la actuación y sobre la vida», dijo Branagh cuando en 2017 recibió el Emmy International mientras se despedía del detective que había interpretado durante una década. Una de las críticas que recibió esta versión al principio fue la inverosimilitud de que los personajes de Wallander hablaran en inglés, pacto que fue luego consensuado con sus fieles espectadores.
La precuela de este héroe, El joven Wallander, también está hablada en inglés, pero en lugar de Ystadt, la acción está ambientada en Malmö. A 100 kilómetros de distancia, con décadas intercaladas en la vida de un mismo personaje, en las novelas o en las series, el telón de fondo -el racismo, la xenofobia, y el fanatismo- es siempre el mismo.