Es frecuente que las personas al menos una vez en su vida -si no varias- se sometan a dietas estrictas (“la única manera de perder kilos es cerrando la boca”, se suele escuchar). En la adopción de esos métodos se busca cumplir con el ideal de belleza predominante, el de la delgadez. Pero las consecuencias, sobre todo para los más jóvenes, pueden ser dramáticas. Para alertar sobre los peligros de adherir a ese tipo de regímenes, desde 1992 se conmemora el Día Internacional Sin Dietas.
La iniciativa “Diet Breakers” surgió en Gran Bretaña, de la mano de la feminista Mary Evans Young y, con los años, se fue expandiendo a otros países. Uno de principales objetivos es el de alertar sobre los riesgos de la anorexia y otros desórdenes alimentarios, muchas veces asociados a la exigencia de encajar en el ideal de belleza única.
En la misma línea, Busnelli, resalta que que las dietas y la regulación excesiva de los alimentos pueden causar graves daños a nuestra salud física y mental. “Estudios han demostrado que las dietas tienen una tasa de fracaso del 98%. Una dieta no es más que una negación de una nutrición saludable para nuestro cuerpo, no es más que la vía de comercialización global que abusa del término para hablar de un cuerpo y una vida mejor, pero negociando con el grave problema de la obesidad”, precisa.
¿Cómo reconocer estos métodos que pueden transformarse en boomerang?
Busnelli dice que el formato de estas ofertas “milagrosas pero altamente dañinas” va cambiando de slogan, de propaganda, de moda o de lugar, pero todos tienen puntos en común:
- No educan ni informan a las personas con la verdad
- Se realizan la mayoría de las veces sin control médico
- Se basan en mitos sin sustento nutricional
- Prometen una pérdida acelerada de peso en poco tiempo y sin ejercicio físico
- No ofrecen características particulares para cada paciente según su vida, sino que es el mismo plan para todos
- Fomentan la realización de ayunos, que tienen un fuerte impacto negativo en nuestra salud
- Consideran a la comida un problema reemplazándola por suplementos
- Santifican algunos alimentos y satanizan otros
- Prohíben algunos alimentos en relación a los horarios y le atribuyen propiedades mágicas a otros, motivando un patrón de alimentación absolutamente restrictivo e imposible de sostener.
“Entonces llega el fin de la dieta y el momento en que ya no se puede ejercer el control empezando a comer en exceso, acompañado de fuertes sentimientos de fracaso y frustración por no haberlo logrado una vez más. Esto, en combinación con una vulnerabilidad genética, un aparato psíquico devaluado y el gran dolor de no lograr el cuerpo deseado puede llevar a muchas personas directamente a un trastorno alimentario”, explica.