La Comisión Europea ya tiene acuerdos preliminares para comprar 1.105 millones de dosis de cinco vacunas experimentales diferentes contra el COVID-19:
– 300 millones de la candidata de Oxford (que acaba de pausar este jueves sus ensayos).
– 300 millones de la desarrollada por la multinacional francesa Sanofi y la británica GSK.
– 225 millones del prototipo de la biotecnológica alemana Curevac.
– 200 millones de la opción de la empresa estadounidense Johnson & Johnson.
– 80 millones de dosis de la también estadounidense Moderna.
Todas estas vacunas experimentales ofrecieron resultados esperanzadores hasta la fecha, pero ninguna demostró todavía que funciona.
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En el mundo hay al menos 179 vacunas experimentales contra el COVID-19 y 34 de ellas ya se están probando en personas, según el registro de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los prototipos deben pasar por tres fases: una primera etapa, con decenas de voluntarios sanos, para descartar efectos graves; una segunda, con centenares de personas, para evaluar la respuesta inmune inducida, ajustar la dosis y confirmar la seguridad, y la llamada Fase 3, en la que la vacuna experimental debe demostrar que es segura y eficaz en un ensayo con decenas de miles de personas durante meses.
Ocho prototipos ya están en la Fase 3. El más avanzado era precisamente el de la Universidad de Oxford, con resultados prometedores en un primer ensayo con mil personas publicado en julio. Los investigadores británicos están llevando a cabo las últimas pruebas con 50.000 personas en el Reino Unido, Brasil, Sudáfrica y EE UU.
Otra de las vacunas experimentales más destacadas es la de la empresa estadounidense Moderna y los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EE UU, basada en el material genético del coronavirus. Una alianza formada por la alemana BioNTech, la estadounidense Pfizer y la china Fosun Pharma también llegó a la Fase 3 con una vacuna similar a la de Moderna.
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China es el país con más candidatos en la recta final de los ensayos clínicos. La dictadura de Xi Jinping autorizó a finales de junio una vacuna experimental para uso militar, la elaborada por la empresa china Cansino Biologics y el propio Ejército. Además de este prototipo, basado en un adenovirus del resfriado común, las instituciones chinas ultiman otros tres candidatos, desarrollados a partir de coronavirus inactivados.
Y Rusia fue el último país en sumarse a los ensayos en Fase 3, con una vacuna experimental que mostró datos alentadores en una primera prueba con 76 personas, aunque la mayor parte eran hombres jóvenes y deportistas, un grupo muy diferente a la población de mayor riesgo.
Los resultados de estos ensayos de Fase 3 determinarán la estrategia a seguir. La OMS alertó el 27 de agosto de que autorizar una vacuna poco eficaz —que por ejemplo solo protegiese al 20% de los vacunados— podría incluso “empeorar” la pandemia, al crear una equivocada sensación de inmunidad que hiciera que la población y las autoridades abandonasen otras medidas preventivas.