Tres décadas antes de Tinder, un Match se decía «Alcoyana-Alcoyana». Y en las casas de electrodomésticos, una aspiradora se vendía como un «marciano chupatierra».
Por entonces, en las peluquerías porteñas se pedía el corte «a lo Berugo» -retoque de mostacho incluido-. Y en el Pasaje Gelly 3378, caminando hacia el final de un arco iris de cartón pintado a mano, se podía creer en la magia. La felicidad era barata, auspiciada por Ultracomb, Capri, Yelmo, Veritas, Covre, La Morenita…
¿En qué galpón habrá quedado tirado el panel de madera de las coincidencias? ¿Qué fue de los hacedores de ese hito que ensanchaba las arcas de Canal 9? ¿Quién rescatará del polvo esas cintas de nuestra vieja TV artesanal? Atrévase a soñar nos dejó el «¡Hete aquí!», la convicción de que «los sueños, sueños son… pero aquí se hacen realidad» y una enseñanza más grande: que el éxito no se compra con escenografías traídas de Marte.
Hace más de 30 años, Berugo y una participante de Canal 9.
Desde 1987 hasta 1991, en esa etapa que comprendió la TV alfonsinista de los cortes de luz programados y la incipiente TV menemista, el uruguayo Berugo Carámbula hizo escuela. Por entonces, también cuerpeaba Hiperhumor dos décadas después de Telecataplum. Lo que hoy puede parecer pueril, era un fenómeno que disparaba el rating hasta la estratósfera. Para junio de 1988, el juguete de Berugo ocupaba el segundo puesto en la lista general de mediciones, detrás del imbatible Seis para triunfar, de Héctor Larrea. Entre ambos conductores sumaban 61 puntos, algo así como siete millones sintonizando el canal de Alejandro Romay solo en Capital y Gran Buenos Aires.
La supremacía del 9 entonces era demoledora: División Miami, Nuevediario, Hola Susana, Brigada A, Grandes valores del tango, Feliz domingo para la juventud, Las gatitas y ratones de Porcel... Todos en la lista de los primeros 15 ciclos. Atrévase (primero llamado Venga y atrévase a soñar) resultó un producto apuntado a las amas de casa que prendió en niños, maridos, abuelos.
No hacían falta los millones para cautivar a multitudes: el premio podía consistir una cena en Negro el 11, de Costanera Norte -por valor de 100 Australes-. O shampoo Iyosei. O una joya enchapada. Cómo explicarle eso a los hoy competidores de Quién quiere ser millonario…
«Atrévase a soñar», el programa de Berugo Carámbula.
Secretos de un hito artesanal
Un video de una tal Noemí, pelo batido, da cuenta de la hiperinflación y las vacas flacas de una TV que conformaba con poco a sus participantes. «Gana un juego de platos para seis personas y cuatro paquetes de fideos laminados», dice el locutor, Jorge Formento, mientras Noemí se sonroja con tan raquítico premio.
«El programa no podía ser más simple ahora que lo veo a la distancia. Y eso es ahora una cualidad gigantesca. Nos da una gran lección a los comunicadores: el secreto de la TV está en las cosas simples, cuando las sofisticás podés ganar premios, el prestigio o el reconocimiento de tus colegas, pero perdés a la gente«, opina Ricardo Saavedra, quien fue asistente de producción y hoy vive en los Estados Unidos.
«Yo entré como asistente. Por entonces te hacías de abajo, tirando cables. Pero yo había estudiado en la escuelita de producción y dirección que había lanzado Canal 13. Estudiábamos con profesores que venían de la TV francesa, de O Globo de Brasil, de la Televisión española. Te preparaban para una TV de calidad, pero una cosa es lo que querés hacer y otra lo que hay. Así, me mandaron al 9 y mi primer programa fue Atrévase... Y me dio una gran lección», anticipa Saavedra.
«Atrévase a soñar» y el famoso arcoiris.
«Canal 9 hacía programas baratos y cuando algo pegaba, no dejaba que se cambiara nada. Yo quería innovar, proponía, por ejemplo, el cambio de escenografía. Romay decía, ‘no’. Y tenía razón, vi cómo el programa crecía y crecía. Nos hicimos repetitivos adrede, porque lo que funcionaba no se tocaba. Así, el ciclo se transformó en una máquina de facturar a pura intuición. Era hacer lo que se nos cantara, divertirnos y que el rating subiera. Alcoyana fue el primer auspiciante que bancó y después se lo premió por esa fidelidad. Yo viví el fenómeno Alcoyana-Alcoyana incluso estando fuera de la Argentina».
Para dar cuenta de lo artesanal que era todo, basta hablar de una rutina: cuando al final del envío la participante ganadora caminaba por el arcoiris y aparecía (por efecto de la edición) lookeada como para una fiesta, las puertas que se abrían y se cerraban no eran automáticas. Dos señores se paraban detrás de los armatostes con ruedas para moverlos.
Capri, Capri…Alcoyana, Alcoyana…
Así nació el boom
Fue un tal Rosental, productor independiente, el que llevó la carpetita a Canal 9 para lo que podía ser un simple y eficaz ciclo de entretenimientos para la platea femenina de entonces. Se pensó en Claudio García Satur como el gran candidato. «El destino quiso que eligieran finalmente a Berugo, de una chispa impresionante. Luego hubo un conflicto y Rosental se va a Canal 11 para hacer lo que quería con Chico Novarro. No funcionó y Romay se salió con la suya. En los créditos aparecía ‘idea de A.R'», cuenta Saavedra, uno de los hacedores del boom.
«Atrévase a soñar», el programa de Berugo Carámbula.
«Yo arranqué en 1984 en Canal 9 haciendo efectos digitales y recuerdo ver llegar a alguien con videos de juegos estadounidenses para ver si podíamos hacer lo mismo en la Argentina«, rememora Flavio Dumaine, quien desde hace 20 años vive en Miami y maneja su empresa de diseño, animación y producción.
Era él el encargado de dar vida en una sala de edición a la «letrita saltarina» en ese juego similar a «El ahorcado», algo que para la época era tecnológicamente novedoso, de avanzada, y a la distancia, lo hace sonrojar.
«Atrévase a soñar», el programa de Berugo Carámbula.
«Era un programa muy barato de hacer, basado en canjes, que llegó a los 40 puntos de rating. Hacíamos una parte en vivo y otra grabada. La posproducción no llevaba más de una hora. Recuerdo haber llevado los Playmobil de mis hijas y de haberles insertado la cara de Berugo para la presentación. Todo era muy artesanal», se ríe Dumaine, quien agradece ese «tobogán» que lo impulsó a una larga carrera.
Aprender a leer gracias a Berugo
Pocos recuerdan que una década antes de Atrévase… Berugo participaba de Supershow Infantil, un programa con escenografía parecida a la vecindad de El Chavo y en el que interactuaba con los personajes de Roberto Gómez Bolaños. De allí que tuviera feeling con los más bajitos.
Heber Hugo Carámbula (fallecido en 2015) fue el hombre que enseñó a leer y a escribir por TV con esa suerte de «ahorcado» que formaba parte de las prendas de Atrévase. Lo cuentan los propios compañeros de ciclo.
«Una de las tantas cosas que yo hacía era leer las cartas que llegaban al canal de la gente que quería participar», cuenta Saavedra, para regalar sin querer una perla relacionada al tema. «Un día abrí una que no era para pedir, era para agradecer. Una señora escribía emocionada porque tenia un hijo con una enfermedad que le impedía el aprendizaje, avanzar. Antes del programa, el chico no podía leer ni escribir. Nos contaba que gracias al juego de la letra saltarina habia empezado a reconocer las letras y a saber juntarlas. No hay rating que pueda valer más que eso», se emociona el ex asistente de producción.
Mirar hoy los viejos videos que navegan caóticos en YouTube puede generar incomodidades. Pero el programa resiste en el recuerdo metido dentro de una época donde las señoras estaban pensadas como seres que debían ver telenovelas o permanecer en sus casas a las seis de la tarde. Incluso los piropos y el doble sentido naif de Berugo hoy no podría funcionar en la pantalla. Un humor que huele a naftalina y se comprende solo dentro del paradigma de 1988.
«Atrevase a soñar».
Cuando Berugo presentaba el simpático «Juego de las coincidencias», no imaginaba que el sus muletillas iban a trascender mucho después de su muerte, que varias generaciones adoptarían el «Capri-Capri, Alcoyana-Alcoyana».
En un principio el juego se realizaba con fotos de personajes del canal (Javier Portales, Mario Socolinsky, El Puma Rodríguez) pero todo era cuestión de que llegaran los primeros sponsors para que los carteles reemplazaran las fotos por marcas. El dueño de la fábrica de manteles, cortinas, sábanas y cubrecamas logró -sin saberlo- la inversión más impresionante a futuro: la eternización de su blanquería. Con su pequeña pauta comercial ochentosa, estaría comprando vida eterna.
Un viejo aviso publicitario con Berugo Carámbula.
Para 1988, mientras el uruguayo batía récord, la grilla de aire sufría los apagones que dejaban a miles con las ganas. Una de las peores crisis energéticas de la historia, con un cronograma de interrupciones del servicio para ahorrar energía. En las viejas TV de tubo, sin cable aún, el aire estaba dominado, además de por el 9, por Teledos (recién inaugurado, con caballitos de batalla como Utilísima), por ATC, por Canal 11 (donde reinaban La ola verde y El show de Benny Hill) y por Canal 13 (con Clave de sol como hit).
La plancha que estalló en mil pedazos
Otro de los secretos de producción radicaba en la no complejidad de los cuestionarios a las participantes. «Si lo hacías fácil, todos en sus casas se sentían poderosos por poder responder bien», advierten las cabezas de ese clásico.
Con el sindicato de extras trabajando a la par («reidores y público, la mayoría jubilados que traían su comida y en los cortes nos convidaban», aporta Saavedra), la maquina de Berugo funcionaba como una gran vidriera para vender electrodomésticos.
El cambio de look de las mujeres en «Atrévase a soñar».
«Una vez llegó un cliente para que promocionáramos planchas irrompibles. Juraba que si se caían al piso se mantenían intactas y le dijeron a Carámbula ‘hacé lo que quieras’. Así, se le ocurrió revolear una en medio del programa contra un mostrador. La plancha voló en mil pedazos», se tienta Saavedra con su propio relato. «En contra de todas las leyes del marketing, esa parte del programa no se sacó. Un delirio. Eso da cuenta de que era un programa anti-teoría. Si alguien tenía un día triste, lográbamos alegrarlo. Podías subir uno de esos edificios altos de Buenos Aires y en el ascensor sentías cómo en cada piso salía la voz de Berugo».
Por atrévase… el señor del bigote saltarín y las cejas movedizas, vestido gracias a Modart, ganó el Martín Fierro como mejor conductor ’88. Para muchos, su recuerdo nunca podrá separarse de ese arco iris ochentoso, pixelado por una tele pre HD. Over the rainbow, el eterno Berugo y sus monerías grabadas para siempre.